Lo digo como hombre de provincia, de lo que ustedes llaman “interior”: me consta que a muchos ciudadanos/as que no votamos en la Ciudad de Buenos Aires nos preocupa enormemente la perspectiva de que nuestra vieja Capital Federal vaya a seguir gobernada, cuatro años más, por una persona a la que desde el comienzo de su gestión vimos achicar presupuestos y reparticiones de educación y de cultura, y que llegó a designar a un troglodita en el Ministerio de Educación y tardó once días en darse cuenta.
A muchos argentinos que no estaremos allí el próximo domingo 31 nos alarma un jefe de Gobierno al que vimos designar a ex policías de pésima trayectoria al frente de la naciente Policía Metropolitana; que ordenó la compra de pistolas-picanas y que está procesado por haber ordenado escuchas telefónicas ilegales.
La verdad es que sin agraviar uno puede sostener que es muy peligroso que ese hombre haga de la mentira política un estilo tan fuerte. Es un político que dice no serlo, pero que cuando fue diputado nacional vimos que fue un campeón de mediocridad porque casi no apareció por el Congreso, aunque seguramente cobró todos sus sueldos.
Lo vimos esta misma semana previa al ballottage decisivo, aplaudiendo las exageraciones del nunca sutil señor Biolcati en la Rural. Y después en Santa Fe, junto al señor Del Sel, lo vimos engañar a la ciudadanía al sostener, con la complicidad del terrorismo periodístico, que “no son políticos”. Pretenden ser representantes de una “nueva política”, pero tienen detrás, aunque los ocultan vergonzantemente, a los señores Duhalde, Venegas, Barrionuevo, Amadeo, Puerta o Toma, que de nuevos, precisamente, no tienen nada.
De igual forma, cuando el señor Durán Barba, talentoso publicista y acaso padre del triunfo PRO en la primera vuelta porteña, aparece coludido en una causa penal por enlodar al adversario mediante recursos ilegales, vimos que este hombre niega que eso sea “campaña sucia”, pide infantilmente “basta de agresiones” y le reclama a Daniel Filmus que haga “alguna autocrítica”, materia que él mismo desconoce por completo.
Vimos también que es duro para perseguir a miles de trapitos que se ganan la vida cuidando coches, pero es muy blando para combatir con los que lucran con la prostitución. Persigue con más saña a los pobres que a los explotadores de mano de obra esclava, de los que hay tantos en su ciudad.
Vimos que pintó bicisendas y acertó con el Metrobús, que es una idea de transporte público imperante en muchas capitales latinoamericanas, pero no cumplió su promesa de construir diez kilómetros de subte por año. Al contrario, la ampliación de la red de subtes porteña es una realización del gobierno nacional.
Vimos cómo aumentó un 300 por ciento el impuesto de alumbrado, barrido y limpieza, pero mantiene a la ciudad insólitamente mugrienta, contrariando la Ley de Basura Cero.
Vimos que otorgó reiterados beneficios al Grupo Clarín y otros monopolios, como una licitación por 275 millones de dólares por computadoras que valen menos de la mitad.
Vimos que permitió y defendió la participación de represores y aliados de la dictadura en el Gobierno de la Ciudad.
Vimos que vetó decenas de leyes votadas por la Legislatura, la mayoría sobre políticas sociales. Asimismo cerró centros culturales en todos los barrios y desalentó la participación de los vecinos. Vimos que cerró cursos gratuitos de capacitación laboral en el Centro Cultural Ricardo Rojas.
Vimos el desmanejo del Teatro Colón, con cuyos músicos está en permanente conflicto, además de que avanzan la reconversión del coliseo en una especie de ópera-shopping y la tercerización de su producción operística.
Vimos cómo vació los hospitales públicos, hoy carentes de insumos básicos como el gas. Y vimos cómo también las escuelas públicas carecen de gas y sus problemas edilicios incluyen riesgo de derrumbes. Y vimos y escuchamos denuncias sobre la compra de netbooks con altísimos sobreprecios.
Y también vimos y vemos que no controla la construcción en la ciudad, lo que implica una pérdida de patrimonio histórico y arquitectónico, que es de la nación entera.
Vimos cómo permite el accionar de matones que golpean y maltratan a las personas en situación de calle, al mismo tiempo que vetó leyes que promovían beneficios para construir comedores y alojamientos temporarios.
Vimos cómo cerró el Servicio de Zooterapia para niños y adolescentes discapacitados, donde se usaban animales, en particular perros, para la rehabilitación.
Y vimos, asombrados, cómo decidió también reducir el presupuesto del Hospital Garrahan, con el argumento de que no todos los niños que se atienden en el hospital son porteños. ¿A ustedes realmente les parece que los argentinos de fuera de Buenos Aires no merecemos el Garrahan?
Y vimos al Hospital Borda sin gas y en peligro de cierre, como el Moyano, donde se rumorea que hay ofertas inmobiliarias inconfesadas.
Vimos cómo se subejecutan presupuestos en salud, educación y vivienda, mientras crece el endeudamiento.
Y vimos también que es un dirigente que huye de los debates, acaso porque no podría tener un apuntador a sus espaldas, como vio todo el país por la tele. Ese tipo que desde atrás le dictaba al oído lo que tenía que decir... ¿a ustedes no les produjo algo así como vergüenza ajena cuando lo vieron?
A mí me cuesta entender cómo se puede votar a un político así, devenido mezcla de Susana-Mirtha-Tinelli de la política. Un hombre vacío de ideas, de discurso, que frivoliza todo y así descoloca lo mejor de la ciudadanía porteña, históricamente de vanguardia, innovadora y culta.
Yo digo que es un hombre que no merece a esa ciudad, porque siempre tiene excusas, echa culpas a los demás, no se hace cargo de nada y hace la plancha como una especie de inimputable autodeclarado y autoimpune. Dios no lo quiera, pero, ¿ustedes se imaginan una tragedia como la de Cromañón con este hombre en el gobierno?
Apenas soy un hombre de provincia sin intención de ofender a nadie, que respetuosamente le propone que este domingo 31, antes de votar, reflexione sobre esto que usted también ha visto. Porque todos lo vimos. Lo vemos
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