Bueno este es el primero de los envios. En este caso es un mail del amigo Nico que recibimos hoy con Ana. Es su pensamiento/sentimiento (escrito con las tripas y el corazón) sobre el ahora-que-tenemos-un-número-redondo aniversario del genocidio cívico-militar como gusta decir FB. Aquí va:
Los traidores de los asesinos.
El 1ro. de Julio de 1974, moría el General Juan Domingo Perón. Tan sólo tres días después, exactamente a las tres de la mañana del 4 de Julio, nací yo. Este dato existe en mi memoria no tanto por la muerte de Perón en sí, sino por la historia que cuenta mi madre, según la cual el día de mi nacimiento, todos hablaban del tema (cuando a todas luces, mi nacimiento debería haber sido cubierto por la prensa internacional). Claramente y por calendario, soy un post-peronista stricto sensu. Rodolfo Walsh escribió poco antes de su muerte, que el mismo día que yo cumplía 2 años, ocho cadáveres habían sido encontrados en el querido barrio de San Telmo. Tal vez una de las mas viejas imágenes que tenga en mi acotada memoria televisiva, sea la de "el Pato Fillol" en blanco y negro levantando la Copa deportiva sin igual del Mundial '78. El batifondo borroso de un locutor pacato diciendo "Comunicado número (...)" me es tan familiar como mi cuaderno escolar de 1982 repleto de dibujos de aviones militares. Tampoco me es ajena la escena de mi madre discutiendo con un policía debajo de la Avenida General Paz, gritándome "calláte" y sin esgrimir explicación alguna. Mucho menos nuestra participación familiar de un apoyo multitudinario a un Ejército Argentino que había "recuperado las Islas Malvinas", dos días después la violenta represión de la huelga general del 1ro. de Mayo.
En estos días de reflexiones oportunas, comprometidas, baratas y contradictorias, no fueron pocas las veces que quise participar de esta suerte de euforia derechohumanista, desde un pusto de vista crítico. A 30 años del golpe, cuestionar a la dictadura es poco mas que decir que lo que hizo Hitler no estuvo bien. Este momento se corresponde con lo que pareciera ser una madurez por parte del Estado, en asumir su responsabilidad en el terrorismo y mantener en prisión duradera a los responsables de semejante maquinaria. En paralelo, considero que es el momento de impulsar y ahondar el debate sobre la participación que tuvo la sociedad (usted, el vecino, yo) durante el Proceso de Reorganización Nacional. Personalmente, entiendo que la "dictadura militar" debería oficialmente llamarse "dictadura cívico - militar", dado que contó con la participación "maciza" – como dicen en Mozambique – de una importante parte de la población civil. Tal vez el dabate actual deba ser encauzado con la misma energía con la que se condenó el ejercicio ilegítimo del poder público por parte de la casta militar, para saber qué hicieron durante ese período "los civiles", como nos denomina la jerga de esta gente. Hoy incluso imaginé cuáles serían los resultados de una encuesta elaborada por el INDEC, en la cuál se pregunte a la población: "qué estaba haciendo Usted durante la dictadura cívico militar?". No sorprendería – o si, según el grado de ceguera histórica, voluntaria o involuntaria – notar que en realidad, vivimos en un país en donde las ratas no son pocas. Las hay por todas partes: en el Subte, en el bar, en la oficina, en el asado del Domingo con la familia. Incluso, porqué no, en la Plaza de Mayo un 24 de Marzo de 2006. Resulta que ahora, los milicos "lo hicieron solitos" y todos nos ponemos las remeras de "las locas". Desde ya, lo que me mueve no es una caza de ratas, sino comprender un momento histórico a partir de elementos que no están siendo debidamente cuestionados.
Nada, absolutamente nada de lo que sucedió, podría haber sucedido sin la tolerancia de cientos, miles de ciudadanos que fueron parte de un proceso que dejó no menos 30.000 personas desaparecidas. No habrán sido pocas las veces en las que – como me sucedió recientemente – uno tiene la impresión de estar conversando con una persona que está en las antípodas de ciertos valores elementales como el respeto por la diferencia. No digo el interés, pues no todos tienen la virtud de encontrar en la diferencia un ámbito para reflexionar y disfrutar de la diversidad humana. Pero sí lo elemental: el respeto. En mi caso personal, me ha sucedido de conversar muchas veces con taxistas, quienes al menos en mi experiencia, no se caracterizan por un pensamiento que le preste atención a la corrección política. Tienen la virtud de la espontaneidad, que desde mi perspectiva, los convierte en interlocutores valiosos. Muchas veces, haciendo un esfuerzo por mantener el diálogo en lugar de pretender imponer mi visión por sobre la del otro, encontré que el desconocimiento y hasta el atolondramiento priman por sobre la razón. Incluso en un viaje de 4 pesos, se puede "comprender" que un taxista está siendo hablado por un discurso que no le es completamente propio. Lo mismo sucede en infinidad de oportunidades, hasta el extremo íntimo, como el asado en donde la prima X defiende los ya clásicos argumentos como el de "en algo andarían" o "con los militares estábamos mejor", por poner ejemplos de los mas conocidos. Está muy claro que la responsabilidad civil de las primas X y la de los taxistas atolondrados, es cualitativamente diferente - aunque igualmente importante - de aquella que une a las personas que SI participaron activamente del proceso y que actualmente gozan de la mas absoluta de las impunidades: la que les otorga su calidad de ciudadanos astutos.
En los códigos éticos de la cárcel, en donde habitan – y deben habitar – los asesinos que han sido juzgados y encontrados culpables de algún crimen, la traición se paga a veces con la muerte. Resulta que los médicos que participaron en el robo de bebés, los curas que dieron misa a los detenidos ilegales a punto de ser asesinados (y a sus asesinos, claro), los empleados públicos que miraron al costado sabiendo dónde y quién torturaba, los abogados que defienden la mentira, los periodistas que (en)cubrieron la realidad de aquellos años, los "compañeros" de trabajo que delataron a "compañeros" de trabajo, los que de una u otra manera se beneficiarion a sabiendas de estar prestando algún servicio a los militares … todos los que sabían perfectamente qué estaba sucediendo y ahora disimulan … en definitiva, los traidores de los asesinos, también caminan por la calle! El problema tal vez no sea de naturaleza legal, sino moral y social. Pues en definitiva, cómo es posible que una sociedad haya engendrado semejantes individuos? O es que nos resulta impensable imaginar a estas personas caminando todos los días por la calle? Como en Rwanda, las distintas formas de complicidad de muchos ciudadanos con el genocidio, fue determinante. La ciudadanía en este país, se ejerce de una manera indescifrable. Oportunista, contradictoria, irracional, irresponsable. Es quizá el principal elemento de la trama que nos puede conducir a entender por qué sucedió lo que sucedió, y seguramente uno de los pilares para que NUNCA MAS vuelva a suceder algo así.
Nicolás Fernández Bravo
Marzo de 2006
Cuando tenga un poco de tiempo iré metiendo los mails colectivos que fuimos enviando con Ana desde que llegamos acá a Vancouver hace más de 7 meses.
Rafa
1 comentario:
en realidad no sé si ponerlos o seguir pá delante nomás. de última pondré los que estuvieron buenos.
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