miércoles, septiembre 09, 2009

"la fragilidad de un rival que pareció un principiante, altamente motivado, pero escasamente preparado" (nota de Ezequiel FM en LN)

Hoy estaba pensando que tengo que hacer algún comentario en relación a la selección arg. de fulbo. No es porque sea el tema más prioritario, sino porque me gusta el deporte, y el afecto que genera en la sociedad. Cotidianamente somos afectados por cosas que pasan en el fublo un porcentaje considerable de los argentinos.
Mi pensamiento con la selcción de Maradona es que seguimos encarnando la ética del milagro en lugar de la ética del trabajo. Algo que nunca se le discutía a Bielsa era que el tipo laburaba, con sus locuras y lo que uno quiera, con su rigidez (algo que parece que ha aprendido a cambiar) en materia de diagramar equipos, con todo lo que se le criticara nadie dudaba que el tipo laburaba, organizaba, estructuraba sus equipos. Los equipos sabían a qué jugar. Mal o bien, nos guste o no, sus equipos jugaban a algo. Había un plan. El problema que veo ahora es que no hay ningún plan. Nadie sabe a que se juega. Es preferible simpre tener un plan, aunque sea malo, a no tenerlo. Ahora no tenemos ningún norte y eso trae inestabilidad. De un partido a otro se cambia el equipo, no se sabe a que se juega, no se tiene ningún libreto. Y así se pagan los errores.
Ezequiel dice en la nota que agrego que Argentina ante Brasil mostraba "la fragilidad de un rival que pareció un principiante, altamente motivado, pero escasamente preparado". Esa es mi sensación. Sin laburo, sin orden no se llega a ningún lado. Los técnicos que nos marcaron en los últimos tiempos son tipos que laburan, que planean, que organizan, en los que uno ve que sus equipos juegan a algo. Bianchi, Bielsa y Pekerman han armado equipos que juegan a algo. En cambio la selección de Maradona es un puñado de tipos que se juntan a jugar, y a esperar el milagro...
---
Acá la nota.

Antes de Paraguay


¿Por qué debería ir Argentina a Sudáfrica si casi no ha jugado bien en ningún partido de las eliminatorias?


Más que el abdomen, lo que provocaba sospecha en algunos jugadores en esas prácticas iniciales era el lenguaje y el método de trabajo del nuevo entrenador. "Este gordito nunca jugó al fútbol", pensaban sin decirlo. El entrenador pedía al volante zurdo que llegara al fondo y enviara un centro al segundo palo. El primer centro quedó corto. El DT recordó la orden. Pero el segundo intento también falló. El entrenador, elevando el tono, reclamó más precisión. El tercer centro fue peor. "¡Al segundo palo! ¿No escuchó que le dije al segundo palo?". Y el jugador, que esperaba ese momento, le respondió: "¿pero usted nunca jugó al fútbol? ¿No vio que me picó mal?". El entrenador era Marcelo Bielsa. Y el que desconfiaba del DT era Kily González, uno de los jugadores que, con los años, definió a Bielsa como el mejor técnico que tuvo en su vida.

Diego Maradona, a quien jamás podría sucederle algo así, también decidió ser entrenador. "¿Cómo influye en un vestuario tener como entrenador a un auténtico mito?", le preguntaron el sábado pasado a Angel Cappa en el diario El País, de España. "La primera impresión –respondió Cappa- es favorable, la segunda también es favorable, pero a la tercera el jugador quiere un entrenador, no un mito". Si esa formidable -y finalmente única- acción inicial de ataque colectivo del sábado ante Brasil hubiese terminado en gol, y en posterior victoria, el mito estaría hoy otra vez en las alturas. El emotivo video previo que Maradona enseñó a los jugadores antes del partido, con las imágenes de la Argentina sumergida, que tiene en el fútbol uno de sus pocos momentos de alegría, recorrería glorioso los programas de TV. Los carteles y los videos motivadores suelen ser herramientas de trabajo de muchos conductores, no sólo de Maradona. Cuentan que Rafael Nadal estaba desconcentrado y perdía una vez un partido de dobles ante una pareja de japoneses. "Oye Rafa, ¿sabes que los japoneses matan a los delfines?", lo aguijoneó su entrenador, sabiendo que Nadal amaba a los delfines. Fue mágico. Nadal, claro, era un niño. Los futbolistas de la selección argentina son competidores en el más alto nivel profesional. Requieren algo más que golpes al corazón.

"Con Maradona en el banco, la Argentina será como los Beatles", se entusiasmaba Guillermo Tofoni, operador del contrato de 18 millones de dólares y 24 partidos amistosos que la AFA de Julio Grondona firmó en 2006 con el grupo ruso Renova. Es cierto, Maradona en Sudáfrica suena ideal para los dueños del marketing. Pero mucho más importante hoy es Lionel Messi. La FIFA no es una ONG. Y Joseph Blatter no es la Madre Teresa. Apelar a que los aires mafiosos del fútbol no permitirán que Messi se quede afuera del Mundial es una clara señal de la desconfianza a sólo horas del partido ante Paraguay. Pero no es un dato menor, especialmente si se advierte que ya está con un pie afuera de Sudáfrica el más mediático Cristiano Ronaldo, y pese a que Portugal tiene como DT a Carlos Queiroz, un hombre sin pasado de futbolista, pero que sí dedicó casi toda su vida a formarse como técnico. "Es la simple constatación de que lo que cuenta no es tanto el individuo, por muy bueno que sea, sino el equipo en el que juega". Lo escribió el lunes en el diario catalán El Periódico Johan Cruyff, uno de los pocos grandes cracks que triunfó como jugador y como DT. El artículo, una pequeña lección de táctica, no sólo dice lo que ya todos sabemos, que el estilo de Argentina no tiene "nada que ver con el del Barca". Cruyff cuenta de qué modo el DT de Barcelona, Josep Guardiola, pese a que ganó todo la temporada pasada, se propuso empezar "casi de cero" al cambiar a Samuel Eto’o por Zlatan Ibrahimovic, dos atacantes de estilos opuestos. El cambio, dice Cruyff, llevará a Guardiola a profundizar el experimento de utilizar a Messi como "falso delantero centro, asociándose de maravilla con los aún más cercanos Xavi e Iniesta".

Para estudiar cómo juega el Barca, y cómo utiliza Guardiola a Messi, aconsejo visitar la página del periodista rosarino Matías Manna paradigmaguardiola. blogspot.com . Ver cómo Barcelona juega desde la paciencia, a uno o dos toques, para lo cual es clave contar con defensores que siempre salgan jugando y avancen juntos y centrodelanteros que, si se pierde el preciado trofeo de la pelota, se convierten en los primeros defensores, para recuperar en terreno rival y ahorrarse el retroceso, mientras las bandas, aún cuando no siempre haya extremos puros, igual permanecen ocupadas para abrir la cancha. "Nuestro fútbol –dice Xavi- no es casualidad, es fruto de lo que aprendió Pep (Guardiola) y de mucho trabajo. Mi juego necesita socios, sin ellos no tiene sentido". ¿Acaso juega a algo parecido la Argentina de Maradona como para pretender que Messi juegue igual que en el Barcelona? El fútbol precioso de Barcelona tendría menos repercusión si no hubiera estado asociado al éxito. Algo parecido sucede con el Brasil de Dunga. En su largo primer año sin triunfos, Dunga era considerado un "traidor" a la historia de "futebol-arte" de Brasil. Un "inexperto defensivista". La prensa comenzó a hablar de "buen estratega" cuando ganó Brasil ganó 3-0 a Argentina en la final de la Copa América, pese a que su equipo cometió ese día 39 faltas y jugó un "calcio brasileño", como ironizó un diario su estilo más propio del catenaccio italiano que de la samba verdeamarilla. Igual que en la Copa América, la que propuso atacar el sábado en Rosario fue Argentina. Brasil tiró por primera vez al arco a los 23 minutos y se puso 1-0. Tiró por segunda vez a los 30 y estaba 2-0. Le bastó para desnudar la fragilidad de un rival que pareció un principiante, altamente motivado, pero escasamente preparado.

La ilusión de que la simple acumulación de bajitos con talento nos llevaría a jugar como Barcelona ya quedó atrás. Nadie recuerda tampoco al Huracán del Clausura. El pragmático Brasil de Dunga es el nuevo modelo. A falta de Kakás, eso sí, pedimos "lungos" como Luisao o Lucio. O imploramos para que Messi, si realmente dice ser quien es, demuestre con la selección su condición de nuevo genio del fútbol mundial. Caso contrario, el fútbol argentino no valdrá ni los miserables 260 millones de pesos que pagaba el monopolio, ni los generosos 600 de la TV pública. Quedar afuera de Sudáfrica, dicen algunos en voz baja, será sin embargo el único modo de que el fútbol argentino comience de cero y derrumbe otros monopolios que lo están destrozando y que van del sillón de la AFA a la violencia del barra brava que se adueña de los estadios. ¿Por qué debería ir Argentina a Sudáfrica si casi no ha jugado bien en ningún partido de las eliminatorias, con o sin Maradona, y sin que tampoco haya ausencias groseras en las convocatorias, lo que desnuda la falta de recambio en más de un puesto? "Al fútbol argentino le va bien cuando se acepta el trabajo. Ahora hemos vuelto para atrás", escribió José Pekerman también el sábado pasado en el diario español El País. Tras afirmar que en los ’80 "se gestó un mecanismo impresionante de crear futbolistas", Pekerman advierte que "hemos regresado al modelo vigente en las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta, cuando el fútbol nacional vivía en la autoindulgencia, librado a la improvisación, y a la aparición espontánea de superdotados". Frenar la venta de jugadores inmaduros como pide Pekerman suena hoy demasiado pretencioso. La urgencia ahora es no quedar afuera del Mundial. Lo afirma también buena parte del periodismo que silenció el vaciamiento porque forma parte del negocio. Es la misma prensa que suele tener un discurso si se gana y otro a mano por si se pierde.

"Los medios siempre predican en el sentido contrario de lo que yo pienso", dijo Bielsa, en una reciente y muy difundida exposición en Santiago. Tras reiterar su convicción de que "hay una matriz para llegar al gol", Bielsa, muy apreciado pero también criticado aquí por su tozudez en el Mundial 2002, aclaró que para él el fútbol no es mecánico. "Importa tanto poseer una cualidad como crear los momentos para utilizarlas. Si un jugador tiene un pase gol profundo y letal, pero está a cincuenta metros de sus compañeros y de espaldas, no sirve. Ahí interviene el entrenador". Más interesantes pueden ser sus reflexiones en estas horas difíciles para la selección. "Lo mejor del ser humano sale cuando el éxito nos abandona", expresó Bielsa y, como si le hablara a Maradona, remató: "creo que el liderazgo está afianzado en la derrota, ahí se ve la capacidad de conducir".

No hay comentarios.: