sábado, noviembre 28, 2009

La cuestion blanca

1) El texto que escribió Hernán Schiaffini en relación a las barbasadas que dijo R. Hanglin en LN

Por Hernán Horacio Schiaffini *

Leyendo los comentarios de los lectores a las notas periodísticas de diarios como La Nación o Crítica se puede tener una visión a vuelo de pájaro de hacia dónde se ha corrido el sentido común, la opinión pública, lo que llaman lo “políticamente correcto”.

No era tan habitual encontrar hace 5 o 6 años expresiones como “barrer con los negros”, señalar que “la pena de muerte es poco” para un delincuente o que los Derechos Humanos sólo sirven para que “dos viejas con pañuelo hagan negocios”. En este contexto, o mas bien como parte del mismo alineamiento hacia la derecha de un bloque social y político han aparecido una serie de notas sobre la “cuestión mapuche”, las más famosas firmadas por Rolando Hanglin en el diario La Nación.

Recomiendo la lectura de ambos artículos: el primero, “La cuestión mapuche” (del 22 de Septiembre) intenta fundamentar seriamente (pero sólo lo intenta) la viejísima y repetidamente refutada tesis sobre la “extranjeridad” de los mapuches. El razonamiento es lineal y simple: los mapuche no son un pueblo originario de la Patagonia argentina sino de Chile; por ende no tienen derechos actuales sobre la tierra. Los tehuelche sí son originarios, así que ellos sí tendrían derecho a reclamar. Pero como ya casi no hay tehuelches, la tierra queda en manos de los que ya la tienen.

El pobre escrito de Hanglin niega realidades que están incluidas en la propia Constitución Argentina y mereció el repudio y el rechazo no solamente de distintas organizaciones mapuche sino también de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (donde se dicta la Licenciatura y el Profesorado en Antropología) y de todos los investigadores y académicos serios que se dedican al tema.

El segundo artículo de Hanglin (5 de Noviembre) contesta a estos repudios, en particular al de la Facultad de Filosofía y Letras, puesto que hubo otras respuestas menos institucionales aunque igualmente fundadas que prefirió ignorar. Aquí Hanglin firmó una nota en clave irónica donde señala que la “solución mapuche” consiste en apropiarse de la mayor parte del territorio argentino y dedicarse a la explotación de los no-mapuches. No hace falta decir mucho más en torno a este “argumento”. Bastaría con pedir que levanten la mano todos aquellos “huincas” que se hayan quedado sin casa porque lo expropiaron los mapuche, o porque su patrón mapuche lo despidió sin indemnización.

Pero si Hanglin fuera nuestro mayor problema ¡qué sencillo sería resolver algunas cuestiones!

Hace tiempo que el Estado chileno considera “subversivas” a las organizaciones mapuche. Desde hace un año aproximadamente se agita el fantasma de que sostienen vínculos con las FARC. Este mismo discurso, calcado del modelo chileno, vienen a emplearlo ahora personajes como el “Nuno” Sapag, hermano del Gobernador de Neuquén y gerente de una empresa minera, que dijo al diario Crítica del La Argentina el pasado 1 de Noviembre que “cuadros de ETA y de las FARC asesoran a los mapuche en estrategias de guerrilla” y que “tienen armas y se financian con el narcotráfico”.

Esta andanada de estupideces sólo tiene sentido porque intenta presentar las cosas invertidas a lo que sucede en la realidad. Mientras en Chile los comuneros mapuche mueren bajo las balas de los carabineros, el estado los trata de “terroristas”. Mientras en Argentina todos los reclamos y recuperaciones territoriales han sido pacíficos, los empresarios y periodistas salen a decir que los mapuches están “armados y asesorados por la ETA y el narcotráfico”. La estrategia parece ser decir exactamente lo contrario de lo que está aconteciendo. Presentando las cosas al revés de cómo son intentan instalar la idea de que los mapuche son “peligrosos” para nosotros, los “ciudadanos argentinos blancos”.

Entonces aparecen todos los “argumentos” relativos a que los mapuches quieren quedarse con lasa casas de los ciudadanos de clase media y las interpelaciones del tipo: “¿qué harías si vienen los mapuches a pedirte tu casa porque está en su territorio?” es decir, llegamos al “argumento” de la segunda nota de Hanglin: el terror fantasioso de que los mapuches le den a los blancos nada más que el mismo trato que hoy reciben de algunos de ellos. No sólo una situación que nunca ocurrió, sino que sería también históricamente imposible. Digámoslo claramente: una burrada.

Yo agradezco entonces la preocupación de Hanglin y demás colaboradores de La Nación acerca de la posibilidad de que los mapuche usurpen mi casa con pileta, pero preferiría que se dediquen a otra cosa. Bastante más me preocupa que instalen una mina de oro en la esquina de mi casa, o que sigan desmontando para sembrar soja, o que rocíen esa soja con glifosatos venenosos, o que suba el precio de los alimentos, porque cada vez hay menos comida y más soja en el campo, como hay menos gente cada vez, y por eso menos escuelas y mas gente hacinada en las ciudades, donde tampoco se pude vivir porque no hay las suficientes casas, o porque los alquileres son muy altos y tampoco hay demasiado trabajo para poder pagarlos, o tal vez porque sí hay trabajo, pero me pagan bastante poquito como albañil o pintor, y encima estoy todo el invierno sin trabajar, por el frío… epa! Cuántos problemas parecidos a algunos de los que tienen los mapuche! ¿No tendrán algo de razón esos muchachos?

* Lic. Antropología. (UBA)
DNI 27.930.196


2) Una entrevista que le hicieron a Hernán Schiaffini en el programa Señal de Ajuste.

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