“La realidad de la cosas es como si fuera una gran incubadora de seres vivos/muertos que nacen, enferman, envejecen y mueren para luego seguir el curso de nacimiento, enfermedad, vejez, muerte y así sigue; pero la realidad de las cosas es que un solo acto de generosidad hacia otro ser vivo equivale a bañarse en las aguas de la PAZ sin fin ni comienzo que inundan a todos los que saben encontrarlas”, Jeremías masculló un momento los sonidos de las últimas palabras y preparó la pipa para una nueva y antigua unión con el humo.
“Lo que pasa es que si vos no salís de esa caparazón que tenes puesta noche y día, las 24 horas del día, nunca vas a conseguir que se te nombre arlequín honorario de la ciudad de NBasigalup” (cosa que era cierta pero que Jeremías odiaba oír), a lo que respondió que él no era nadie para decirle a su cuerpo que se quedara o que se moviera de la situación en que se encontraba hacía dos meses.
Pero de repente las flores rojas comenzaron a salir de la pared, sin ninguna orden de nadie ellas adquirieron movilidad propia y decidieron que el mejor camino era la acción y el movimiento; algo que Jeremías percibió lleno de alegría interior y de dicha (puesto que se imaginaba, y no podía esperar ver las caras de su gente, que las flores iban a despertarlos de sus ilusiones con respecto a su “necesaria” movilidad); nadie más que ellas podrían hacer eso por él.
En poco más de una semana las calles de NBasigalup se poblaron de abedules, jaicus y tulipanes de colores estupefacientes, y de aromas terapéuticos. Las luces que irradiaban los peatones encandilaban a los maquinistas de las naves colectivas (más de uno siguió de largo y apareció en el mundo paralelo de Júspin, con la consabida carga de negatividad y desempleo). Los atardeceres eran sencillamente imponentes, y mágicamente inevitables, pues duraban veintiún horas por día. En fin, la algarabía popular se hizo descontrolada pero a la vez saludablemente regeneradora. Los gobernantes fueron despojados de sus tres posesiones y terminaron comiendo jrein en la casa de “la-que-todo-lo-compensa”.
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