sábado, enero 16, 2010

entrañas

Bar atestado de mesas, atestado de gente. En el fondo dos baños minúsculos. A la derecha está el mío. Inodoro verde, hay papel (también verde) me siento.
Con espanto me doy cuenta que un brazo peludo con filosas garras se abre paso entre mis entrañas buscando el corazón. Salto, lo pateo y tiro la cadena, logro zafar. Rápido subo el calzoncillo y el pantalón, el culo chorrea sangre y escupe carne. Corro, salgo del bar y bajo las escaleras. Con la mente vacía me dejo llevar por el destino hacia el subterráneo.
La sangre toda apretada viaja por las venas de la ciudad. Los túneles en secreto realizan el complot, esos coches morirán.
Murciélagos fríos y locos en los techos, ratas infectadas de inmortalidad cruzan por debajo, entre las chispas, las ruedas, el aceite, los andenes.
Un túnel, una vía, luces verdes a ambos lados, unos coches que van, otros que vienen. Ruido a metales que chocan, a huesos que se rompen, a sangre que salpica, a almas que se desprenden.
Los sádicos túneles contemplan con gozo el éxito del complot. Mi culo ya no sangra, mi carne ya no grita, la pesadilla acabó.

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