de LibroRed: El Diario Digital Alternativo
Sabíamos antes de la gran catástrofe que arrasó Haití que este país, el más pobre de América, ocupaba el puesto 108 en el índice de desarrollo humano, con un 65 por ciento de la población por debajo de la línea de pobreza. Que la esperanza de vida no superaba allí los cincuenta años, que el 80 por ciento de haitianos no tenía trabajo y que un 47 por ciento padecía desnutrición crónica. No hace mucho pudimos leer que los niños de los barrios más pobres comían galletas de lodo. Probablemente nada cambie después de la gran catástrofe.
A lo largo de los siete días pasados, han sido tantas las informaciones de los medios de comunicación abundando en las características dantescas del terremoto, con un álbum de imágenes en verdad impresionante de las desgracias y desesperación que aflige a un pueblo machacado por la muerte y la carencia de medios para aliviar sus heridas, que más de uno se habrá preguntado si en Haití, además de muchos pobres, no existe también una clase acomodada o muy acomodada, como suele ocurrir cuando son tantos los menesterosos.
Ha tenido que pasar una semana para que sepamos, gracias a la correspondiente y perspicaz crónica de un enviado especial del diario El País, que en la colina de Montagne Noire se halla el distrito de Petion-Ville, donde residen los ciudadanos más potentados de Puerto Príncipe. Allí, según testimonio de los propios vecinos, los daños del seísmo apenas se han hecho notar. Parece ser que en esa zona no hay casi ningún edificio afectado, tal como puede ocurrir en cualquier país desarrollado que preste necesaria y obligada consistencia a los cimientos de sus inmuebles.
El periodista le pregunta a la directora de un hotel ubicado en esa zona qué es lo que está haciendo la clase alta de Haití por sus compatriotas afectados, y la señora Baussan responde que muchas cosas: ” ¿Usted sabe cuántos funerales de mis empleados he pagado yo? Eso es una ayuda, pero no se ve”. Elsa Baussan también cuenta que los niños de los ricos y los colegios privados no han sufrido daños, “pero no se puede dar clase con la miseria que hay por ahí fuera”.
Otras molestias afectarán en las próximas semanas al barrio rico de Puerto Príncipe. Ni la afamada galería de arte Nader, especializada en pintura haitiana, ni un no menos reconocido instituto de danza ubicado en Petion-Ville estarán abiertos estas semanas. Tampoco el indispensable campo de golf en un distrito de esas características, ocupado en la actualidad por unos centenares de marines. ¿Cómo jugar al golf con la miseria que hay por ahí fuera?
Lo más grave, sin embargo, no lo cuenta el cronista de El País, sino Yuri Álvarez en el diario Deia. Mientras las comunidades pobres de la capital hatiana siguen sin recibir agua, alimentos ni atención médica, en medio de la desesperación y la violencia que esas carencias ocasionan, Inoelia Remy, presidenta de la asociación Aprodema, denuncia: El problema está en el canal de distribución de las ayudas. Da la impresión de que han quedado más arriba, en Petion-Ville, que es uno de los barrios más lujosos de la ciudad y es el primer sitio donde están atendiendo a las personas heridas. A los suburbios de abajo, donde está la gente del pueblo, no ha llegado nada de lo prometido.
Los ricos salen indemnes, titulaba El País. A la muerte le gustan los pobres. ¡Son tan fáciles…!
Félix Población / Diario del Aire
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