La venta del 65 por ciento de la leche fresca entera está en manos de dos empresas. Una sola concentra el 62 por ciento del pan-bollería. El aceite de maíz y mezcla lo venden dos empresas en un 63 por ciento. Otras dos se reparten el 84 por ciento de las ventas de gaseosas cola. Y cifras similares comprenden al mercado de pastas secas, galletitas saladas, leche chocolatada, pan lactal. ¿Cómo se explica que de esta clase de datos se hable más nada que poco? ¿Por qué se los reemplaza, en la agenda periodística y la bronca pública, con el simple expediente del “qué barbaridad, lo que salen las cosas”? ¿Contra quiénes se enoja “la gente”? ¿Y contra quiénes no se indignan los voceros de los dueños de la torta? ¿Será cierto sentimiento vergonzante? ¿Será que los medios y su periodismo independiente viven de la publicidad de esas empresas? ¿Será que el impedimento para afrontar un debate a fondo acerca del IVA generalizado, que cae sobre los más pobres y la clase media, es el mismo que obstaculiza discutir sobre un sistema tributario que se coloca entre los más regresivos del mundo? ¿Será que el empresariado de marras no es capaz de comprometerse a que una rebaja de ese impuesto, en los productos de la canasta básica, habrá de ser embolsado por ellos en lugar de ocasionar una rebaja de precios?
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Hace 1 día.
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