sábado, julio 17, 2010

El muro, el libro por oac (Oscar Cuervo)

excelente artículo, le da justo en la tecla a lo que no podiamos poner en palabras...
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Ayer, tras la explosión de alegría que vivimos los miles que seguimos el debate del Senado desde la gélida Plaza Congreso, después de los breves y sencillos discursos celebratorios pronunciados desde el palco, parecía que la jornada había terminado. Frío, cansancio y alegría. Ibamos enfilando para el lado de Corrientes, por Callao, cuando notamos que éramos muchos los que íbamos para el mismo lado. Algunos hacían flamear banderas del arcoiris, otros tocaban las vuvuzelas. Desde los balcones los desvelados salían a saludar, los de a pie íbamos por el medio de la calle y los pocos autos y camiones que pasaban tocaban las bocinas. Alguien lanzó la consigna: "¡al obelisco, al obelisco!". Eran las 4:30 de la madrugada y hacía 0 grados. Se había armado una post-manifestación espontánea: miles marchando por avenida Corrientes, puteando a Bergoglio, gritando "Igualdad", acordándose de la fascista Legrand, de la nazi Teresita, cantando el Himno, todos al obelisco, el Gran Falo de la Nación.

En ese momento me sentí rozado por el ángel de la historia. Otras veces me había rozado el ángel, pero para hacerme sentir el toque de la derrota. El de ayer era un ángel de victoria.

¿Cuántas veces a lo largo de la historia humana se sube un escalón en la igualdad y en la libertad? Creo que pocas. Muchas veces se viven triunfos parciales, condicionales, con posibilidades de revertirse. Me da la impresión de que el de ayer es un avance irreversible.

Hay algo que me molestó en algunos discursos de los senadores que fundaban su voto a favor de la ley y mientras los escuchaba no podía entender qué era. Pensándolo hoy, lo comprendí. Varios hablaron de los derechos de las minorías, de una ley que protege a las minorías. Creo que hay ahí un profundo error. El muro que se derribó ayer no tiene como beneficiaria a una minoría. Cuando la Asamblea del año 13 abolió la esclavitud, los únicos beneficiarios no eran los negros que conquistaban su condición de seres libres. Ni siquiera sabemos si esos esclavos liberados estarían preparados para ejercer su nueva libertad o si hubieran preferido seguir siendo esclavos. Es la humanidad entera la que se liberó de la esclavitud. Lo mismo puede decirse respecto del derecho de las mujeres a votar, hace apenas 60 años: ¿quién puede sostener que ese fue un avance sólo de las mujeres y no de la calidad misma del sistema democrático? ¿Quién vivía en democracia si la mitad de la población no tenía derecho a elegir ni ser elegida?



Creo que en un punto tienen razón los fachos en preocuparse y no la tiene Pepito Cibrián diciendo que los gays son seres inofensivos que sólo quieren ser respetados, que el homosexual no es un cuco. Tienen razón los fachos al inquietarse con esta victoria del cuco, tiene razón Monseñor al hablar de la Guerra de Dios. Tienen razón todos los que manifiestan tantos "peros", con diversos matices, desde los que se esconden detrás de un farfullar pseudo-científico sobre la taxonomía de los invertidos, hasta los que fruncen el ceño con desdén porque esta igualdad conquistada "no significa nada", ya que siempre todo es igual y siempre todo está mal (mientras no sientan afectados sus propios derechos, por supuesto, porque ahí sí saltarían a denunciar el atropello).

Tienen razón en preocuparse, porque el corte jurídico instituído ayer en el Senado es sólo el símbolo de una mutación profunda. Lo decisivo, el peligro que estos detectan bien, es la caída del muro. Y están preocupados porque están implicados, viviendo de un lado del muro.

Cuando un muro divide una ciudad en dos, sea porque los blancos no quieren estar con los negros, o los judíos con los palestinos, o los comunistas no quieren mezclarse con los capitalistas, entonces no hay una minoría segregada y una mayoría libre: los blancos que hacen el muro están tan presos como los negros a los que el muro se les impone. Cuando el muro se derriba, entonces no son los negros los únicos liberados, también los blancos se vuelven libres para compartir su vida, sus calles y sus casas, para vivir juntos blancos y negros.

Es una metáfora nomás, porque aquí no había ningún muro de ladrillos, sino uno simbólico, y ese símbolo no estaba inscripto en la frente de la comunidad gay, sino en el cuerpo y en el alma de todos. ¿Qué le vamos a enseñar a los chicos en las escuelas? ¿que es lo mismo ser heterosexual que homosexual? ¿que pueden ser tanto una como la otra cosa? preguntaba algún senador con su fascismo apenas encubierto. Y una diva ajada, con un fascismo bastante ostensible, decía en su programa: pero el hijo de un matrimonio de gays, ¿no puede salir gay?


Al defender acendradamente la prerrogativa exclusiva para los matrimonios integrados por personas de distinto sexo, los fachos en un punto no se equivocan al sentirse asediados: están asediados, porque se les ha quitado un tabique que sostenía su identidad. Ahora cualquiera puede elegir formar una familia casándose con alguien de su propio sexo. Cualquiera, no el miembro de la minoría homosexual: cualquiera puede.

Ahora mismo, mientras estoy escribiendo, hay un facho rubio en el programa de Nelson Castro diciendo que la familia monogámica heterosexual con fines procreativos es la base de la sociedad tal como la conocemos y que de ahora en más no sabemos lo que pasará. Sí: un pilar de esta sociedad estaba fundado sobre esta segregación y ni siquiera sabemos lo que esto implica. Tiene razón el facho en sentirse implicado, porque ahora en la escuela ya no se puede enseñar que es preferible tener una pareja heterosexual; tiene razón Teresita al llorar, porque aún con su voto negativo ha legitimado que ya nadie pueda alegar objeción de conciencia para negarse a atender a una pareja de personas del mismo sexo. Ese muro ya no existe (quedan otros, claro) y vamos a empezar a descubrir de a poco todo lo que ya no se puede permitir y todo lo que se debe permitir. Barragán en la tele dice que, por ejemplo, un policía ya no tendrá autoridad para reprimir, en ninguna plaza del país (en ninguna plaza de Salta, de Mendoza, de Entre Ríos ni de Bahía Blanca), si ve a un par de pibes o de chicas besándose.

Por eso los fachos estaban dispuestos a negociar una ley para arreglar los asuntos patrimoniales, estaban dispuestos a ceder la cuestión de las obras sociales y muchas otras cuestiones referidas a la guita. Mientras no se usara la misma palabra, había que mantener dos palabras, porque eso significaba que hay un muro y se vive de un lado o del otro. Tienen razón los fachos en que la palabra es lo importante, porque al usar la misma palabra se derriba un muro simbólico inscripto en el cuerpo y en el alma de todos nosotros. Como en la colonia penitenciaria de Kafka, nosotros somos generaciones sobre cuyas pieles se escribió la ley del apartheid y es difícil que en el tiempo que nos resta logremos borrar tantas marcas. Pero los fachos en un punto tienen razón, porque ayer 15 de julio y hoy 16 ya han empezado a nacer en Argentina chicos que nunca vivirán con la obligación de encerrarse de un lado del muro. Y esos pibes que nacieron ayer y hoy tendrán más tiempo que nosotros.

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